jueves, 26 de julio de 2012

No abandonen a Grecia


Por favor, no abandonen a Grecia. No abandonen a su gente, a los niños, a los ancianos. No abandonen a quienes buscan trabajo sin encontrarlo, a quienes lloran a escondidas y se secan las lágrimas para demostrar entereza ante los suyos. No abandonen al que lleva trabajando decenas de años y lo ha perdido todo. A quién lleva estudiando desde que tiene uso de conciencia y ahora no encuentra su lugar en el mundo. No abandonen al que sí que se levanta para trabajar; para trabajar horas y horas por un sueldo tercermundista. 

No miren para otro lado. Les han obligado a eliminar su futuro para hacerse cargo de una deuda de la que el pueblo llano poca o nada de culpa tiene. Han asumido los recortes, han asumido el final anticipado de sus vidas cuando no podían más. Los suicidios se han multiplicado y aún hay quienes tienen esperanzas. Háganlo por ellos. Les asustaron en las elecciones, les dijeron que el partido de izquierdas, por entonces uno de los favoritos, iba a abandonar el euro cuando eso era mentira. Consiguieron su objetivo y la derecha gobierna. Y pocas semanas después deciden dejarlos en mano de los dioses...de Zeus, Hestia, Hades y otros tantos entes olímpicos. No sean los verdugos de tantas y tantas personas. Piensen en el ser humano que hay detrás de las cifras. No los maten, levanten su sentencia y aparten el dedo del gatillo.

Por favor, no abandonen a Grecia.



lunes, 2 de julio de 2012

Carta de suicidio


Aquella publicidad copaba todos los carteles. Los autobuses la llevaban en sus puertas, las radios la emitían con una canción pegadiza de fondo, tiraban folletos publicitarios desde helicópteros y todas las figuras públicas salían con ella por televisión. Era el gran boom del momento. Momento que ya duraba tres años y que parecía no tener freno. Su irrefutable fama superaba a la de cualquier otra empresa o cualquier famoso. Todos eran eclipsados por Looma. Sus colores, su forma... su sabor. Looma era un nuevo refresco que en pocos meses se convirtió en una auténtica moda desbancando en el mercado al resto de productos de la misma categoría. Y en apenas un año ha pasado de ser una moda a ser una auténtica forma de vida. ¿Su secreto? Una maravillosa fórmula que combinaba diversas frutas y un nuevo tipo de droga, aquella que todos conocían ya como La droga de la felicidad, extraída de una planta de la frondosa selva amazónica. Cuando fue descubierta muchos paises iniciaron trámites para ilegalizarla pero desde que la bebida se hizo hueco en el mercado los gobiernos pararon su prohibición a riesgo de pecar de  impopulares. Y ahora todos la beben. 


Bajo los efectos de la nueva droga –de la que no se han reconocido aún efectos secundarios perjudiciales– la gente no siente dolor, sus problemas se evaden y chorrean endorfinas. La felicidad que no son capaces de conseguir con los problemas sociales o familiares que padecen la obtienen de este nuevo refresco accesible para casi todos. De esto último se encargó su inventor, el multimillonario Edgar Loom. El señor Loom empezó vendiendo un producto atractivo por sus características y con el que buscaba un mínimo margen de beneficio, lo que le permitía ofertar la bebida a un precio muy bajo. Sus competidores, pese a que al ver su rápido ascenso bajaron sus precios, no consiguieron combatir los efectos de la nueva bebida. Fue entonces cuando empezaron los juicios, los pleitos... donde la competencia denunciaba la droga que contenía y que, de forma inverosímil para ellos, seguía siendo legal. Pero cuando hubo que tomar una decisión, los consumidores ya habían dictado sentencia. Todos andaban ya enganchados al nuevo fenómeno mundial. El Looma era legal. Y a partir de entonces el consumo fue aún mayor. Los que no se habían decidido a probarlo por miedo a los efectos lo hicieron cuando ésta fue amparada por la ley; todos confiaron en la justicia. El señor Loom, lejos de volverse un loco avaricioso –como la mayoría de nuevos ricos– y subir los precios, los mantuvo igual. Todos tenían acceso a la bebida y esa era su principal baza para eliminar competidores. Ganaba muy poco por cada bebida pero era consumida por todos. En poco tiempo hizo una fortuna. El mundo era feliz.



El mundo era feliz pese a la gran tasa de paro que asolaba el país. Entre el 30 y el 60% llevaban meses sin empleo. No había datos oficiales pues el gobierno eliminó la poca transparencia de la que disfrutamos antes. Los subsidios, cada vez más bajos; el sueldo mínimo ya era ínfimo y las diferencias entre clases cada vez mayor. Sin embargo, los índices de felicidad eran los más altos que uno podía imaginar. Ya la gente no lloraba cuando su pareja le dejaba, bebían Looma. En los tanatorios se celebraban vergonzosas fiestas entre los parientes cercanos que eran capaces de encontrar una siniestra comicidad gracias a la polémica bebida. El mundo dejó de importarle al mundo. El fenómeno Looma eclipsó los ojos de los hombres como nada ni nadie había hecho antes. Desgraciadamente en el planeta, la responsabilidad para con éste dejó de existir.



Y ahora les confieso algo. Yo conocí a Edgar Loom. Estudió conmigo en la universidad. Luego me casé con mi pequeña, con mi Emma. Ésta encontró trabajo como jefa de prensa, llegó a la corporación de Edgar Loom, le conoció, se hicieron amigos y el resto se lo imaginarán cuando lean esta carta. Cuando vean mi cadáver tendido sobre la mesa y el bote de cianuro vacío. Yo soy el único que dejó de ser feliz con el invento de Loom. Yo perdí a mi pequeña, único motivo para levantarme e ir a trabajar día a día. Se acabó todo para mi. Ahora dejo este mundo vacío de sentido y de principios, un mundo que no llorará mi muerte. Ni la mía, ni la de nadie. El mundo ha dejado de derramar lágrimas, el mundo está muerto y es feliz.