Buenas noches a todos. Son las diez y
cuarenta y tres minutos de la noche en un piso cualquiera de
cualquier lugar. Se ha ido la luz en toda la zona y parece que
tardará en volver.
El único halo de luz que entra por mis
retinas es el de las farolas anaranjadas de la calle, una vela
minúscula de esas que se usan para decorar los catálogos de Ikea
y la luz de la pantalla de mi portátil, al cual le quedan
algo más de dos horas de batería (que luego serán más porque he
desactivado el wifi y se supone que tiene que aguantar). Como
exjugador de Cluedo que soy
puedo asegurar y aseguro que la chica a la que le expropio Internet
–te queremos Marta– es del mismo bloque que un humilde
juntaletras porque no aparece la señal. Suena de fondo algo de Nada
Surf que no hace más que
consumir batería y darle sintonía a esta noche especial. Y digo
especial sin ánimo de querer ser un bohemio de la vida. Pero es
cierto que estas situaciones de incomunicación, sin tele ni radio ni
nada que se le parezca, le dan un puntillo de extraordinariedad a la
vida rutinaria que llevamos. Al menos la mía. Desde luego esta forma
de esperar a la Muerte es digna de probar, al menos durante un día.
Desde que entré
por la puerta hace una horilla larga he intentado llevar una vida
normal en la anormalidad. Esto me hace reflexionar sobre la poca
adaptabilidad que tenemos cuando queremos a toda costa imitar el día
a día en las situaciones excepcionales que se nos presentan. Aunque
es cierto que tenía que ir al baño como loco y eso no hay situación
excepcional que lo cambie. Ese momento con el móvil en la boca
intentando iluminar la oscuridad absoluta, apuntando con el cañón
de vida a la nada y lanzandote a la aventura del desahogo a plena
sombra de la noche no tiene precio. Creo –mañana lo comprobaremos–
que he dejado el pabellón bien alto cuando, tras unas milésimas de
suspense, he oído como las lágrimas del desecho humano producían,
a su impacto con la calma del agua que reposa en el fondo de la
garganta del señor Roca, el sonido inconfundible de la victoria en
el tiro con pis que es, al fin y al cabo, esta cosa que llamamos
vida.
Tras
ese nada desdeñable triunfo me propuse el aún más difícil
todavía: Cocinar a la penumbra de los fogones y de los ya mi
inseparables amigos la luz de la vela-denigrante y la minipantallita
del minigalaxy. Casualidades -o causalidades- de la vida había
cacharros sin fregar. Y sí, han acertado, ahí fui yo. ¡Al lío!
–me dije–, sin un atisbo de terror en la mirada, como cuando el
gran Baughner, Baugner, Bahugner o como diablos se llame, saltó al
vacío desde el más vacío todavía que es la estratosfera. Con el móvil entre los
dientes y la velita alumbrando los dioses saben a qué cogí el
estropajo y el Fairy marca
Día y me puse manos a
la obra. Lo malo de fregar a oscuras es que puedes dejarte alguna
parte del cacharro en cuestión sin fregar. Lo bueno es que no te
darás cuenta. Después de ese incansable baile de estropajazos me
lancé al noble arte de la cocina estudiantil (también conocida como
“Pasta, fritura y no tocar la verdura”). Puse agua a hervir,
aceite a calentar y pasé los minutos pensando qué cocinar. Bueno,
miento; pensando más bien en por qué cocino siempre lo mismo. Saqué
el cartón de sanjacobos que tenía abierto con dos unidades en el
interior y las cinco salchichas que me quedaban de otro paquete en
similares condiciones mientras me planteaba cuanto durarían los
tuppers de mi señora madre descongelándose en el esta noche mal
llamado 'congelador'. Me hice también con lo que quedaba de una
bolsa de macarrones –todo marca Día–
que por entonces, a la luz de la oscuridad, parecían pocos y que
luego, al cobijo de mis intestinos, resultaron excedentes.
Tarea
fácil fue volcar los macarrones en el cazo pero mucho más complejo
fue la aventura sartenil. Por aquel entonces no recordaba el tamaño
minúscula de ésta y, echao p'alante de
mí, dispuse de sendos sanjacobos y manita de salchichas y los lancé
-¡que estoy mu loco!-
todos a la vez a la piscina aceitosa que era aquella escultura de
teflón taiwanés. Imaginen el espectáculo posterior haciendo hueco
a toda esa masa graseril en unos pocos centímetros cúbicos. Después
de separar un par de peleas entre salchichas y sanjacobos –las
primeras, pequeñitas pero matonas, iban dominando el terreno– que
intentaban ocupar el mismo lugar opté por expulsar a las salchichas
de la alberca allí formada. Medida dictatorial, sí, pero que la
situación requería. Espero que no se cebe en unos años la
oposición política con mi equipo de gobierno por esta decisión de
carácter urgente que exigía, qué sino, medidas urgentes. Con la
pasta pastando y los sanjacobos sanjacobeando me
puse a bailar el chiqui-chiqui
me senté a esperar.
Terminó primero la pasta -cosa extraña pues suele tardar más.
Tendría miedo a la oscuridad y se ablandó con
facilidad, qué sé yo- y la revolqué en el mismo cazo previo
escurrimiento sobre un bote de tomate de cartón –marca Día
o muerte– ya precipitado. Tras
una serie de bailes de cucharón terminé por crear la ya
especialidad de la casa y que, junto a la fritanga, completó mi menú
nocturno –de digestión ligerita– que recién terminé de comer.
Fue
entonces, cuando contemplaba los restos de comida que no logré
acabar, el momento en el que me dispuse a filosofear sobre ésta
nuestra sociedad moderna. Resulta difícil encontrar momentos de
absoluta calma, sin contacto con nada ni nadie, en estos nuestros
días. Estoy seguro que si hubiese electricidad por mis cables y wifi
de mi inestimable Marta –te adoramos Marta– conectándome al
mundo no estaría yo aquí ejerciendo el noble arte de la pulsión
tecladil por el mero hecho de escribir. Por amor a la escritura.
Escribir por escribir. Ya no se lleva. Y les aseguro también, a
riesgo de traerme la desgracia hacia mi persona, que si los
desgraciados
hijos de puta de Endesa
devolviesen los vatios a ésta nuestra morada yo dejaría de escribir
ante la avalancha de comunicación que llegaría a mi. Me pondría a
responder con guasa algunos whatsapps y sustituiría la música
armoniosa de Nada Surf
por las voces ya familiares de nuestros queridos vecinos de Desengaño
21. Gracias a los dioses –a los tuyos me refiero, que yo no tengo–
esto no sucede. Los malnacidos
mamones de Endesa
siguen a lo suyo y yo a la escritura, que es lo mío. No lo digo
porque se me de especialmente bien sino porque es uno de mis mayores
placeres después de hablar por Whatsapp y ver Aquí no hay
quién viva.
Y me
lamento –ya en serio– de esta sociedad que estamos creando entre
todos. Tenemos que estar continuamente comunicados. Y, lejos de
sentirnos satisfechos con hacerlo con nuestros seres queridos o
cercanos, queremos hacerlo con cuanta más gente mejor. Por eso no es
de extrañar en nuestros días ver gente que quiere cada vez más y
más seguidores en Twitter para decirles cuando se levantan, que han
desayunado o de qué tamaño era el truño que se ha merendado
nuestro estimable amigo Roca.
Tweets de la talla de “Con @tusmuertos de shopping” o “Cagando,
vuelvo en cinco minutos #TwitterOffdeJuver” son tendencia en
nuestras vidas. ¿Qué demonios pretenden con eso? ¿Que le haga un
retuit? ¿Un fav? ¿Una lista en la que incluya a gente que justifica
el porqué el aborto debe no sólo estar permitido sino también
estar subvencionado? Estamos llegando a unos extremos que parecen no
tener fin. La 'sociedad de la información' la llaman. La 'sociedad
GameOver-InsertCoin' la llamo yo.
Reclamo desde estas
líneas, ya para acabar, un poco más de filosofía. Un poco más de
literatura. Un poco más de pasión. Un poco más de vida ya que, al
fin y al cabo, a eso que ustedes viven no se le puede llamar vida.
Llámenle como quieran pero les ruego no le llamen vida. Respeten ese
término para quienes queremos –aunque nos cueste conseguir– un
poco de placer y felicidad inmaterial en estos años que nos da el
universo donde, en una libertad más que relativa si no cuestionable,
podamos errar una y otra vez hasta llegar a la muerte.
Ahora les dejo que,
aunque me queda un 21% de batería (media horilla), tengo que ir a
cagar.
Buenas noches a
todos.
26
de octubre de 2012 a las 00:23 de la noche.
Espero que se vaya la luz más a menudo en Triana, si con eso tengo la oportunidad de leer algo tan bueno. Enhorabuena :)
ResponderEliminarMuchas gracias maja. Me conformo con que me dejen publicarlo. Si lo queréis leer, problema vuestro :P
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