martes, 24 de abril de 2012

Me gusta España



Me gusta España. 

Entiéndame; no me gustan los políticos, ni los banqueros, ni los empresarios en general. No me gusta la gente que se queja mientras se rasca la barriga, los estudiantes que critican los recortes y sólo salen a la calle para beber, no me gustan esos obreros que aceptan con sumisa facilidad que sus hijos vayan a un futuro peor. No me gustan quienes intentan estafar a hacienda, quienes fingen enfermedades para coger la baja y tirarse unas buenas vacaciones o montar aires acondicionados. No me gustan quienes viven por y para la vida de otros sin mirar la suya propia, la que es real, ni tampoco me gustan quienes toman la plaza cuando su equipo favorito de su deporte favorito hace algo supuestamente meritorio. No me gusta esos trabajadores que traicionan a sus compañeros a cambio de un mal llamado sueldo, ni me gustan esos estudiantes que hacen lo mismo incluso cuando no hay dinero de por medio. No me gusta nada que las mujeres desempeñen, con la cabeza baja, el puesto de ama de casa y luego se vayan a limpiar escaleras con un marido depresivo y en paro en el sofá. No me gusta la España del Sálvame, del Gran Hermano, de los granjeros buscones, la España de quienes venden su vida y la de los que le rodean a cambio de dinero. No me gusta quienes, lejos de ejercer conciencia crítica, aceptan a mansalva cuanta manipulación les llegue, cuanta información procesada caiga en sus manos, sin más objeción que el nombre del medio que la redacta. No me gusta la España del viejo criticón, de ese anciano o anciana que mira a la juventud con desdén cuando estos salen de los carriles marcados por quienes controlan la manada borrega; ni tampoco me gustan esos jóvenes que tratan a sus mayores con menosprecio, pensando que sobran ya de este mundo maltrecho que le han legado y quieren cambiar sin esfuerzo ni sabiduría. No me gustan las mujeres que se pasan horas ante el espejo, retocando su preciosa e imperfecta piel para convertirla en una extensa pared enyesada que recuerda a cualquier cosa menos a cualquier mujer. No me gusta la España de quienes ven arte en la muerte, ni de quienes se aprovechan de ello para hacer política o dinero; o las dos a la vez. No me gustan estos adultos acomodados –aburguesados como me gusta llamarles– que, recibiendo un mundo mejor de sus abuelos, van a ofrecer a sus hijos uno bastante peor, uno basado en la codicia y el dinero.
Pero me gustan los que piensan, los que leen, los que charlan con cualquiera. Me gustan quienes salen a la calle para algo más que ir de copas. Me gustan, me gustan mucho quienes no se callan. Quienes trabajan por los demás antes que por sí mismos. Quienes ofrecen la mano y el brazo. Estos me gustan mucho. Me gustan quienes defienden su futuro a capa y espada. Me gustan quienes regalan amor. Me gusta el trabajador que se juega su pan por el bien común. Me gusta el periodismo libre, crítico, el periodismo para el pueblo. Me gustan los estudiantes que agarran sus libros, su futuro, y no lo sueltan aunque porras golpeen sus manos. Me gusta el futuro que proponen mentes soñadoras. Me gusta –créeme que me gusta– quienes escriben, quienes cuestionan lo ya escrito, quienes se plantan delante de cualquier intelectual y le cuestionan la vida misma. Quienes defienden sus ideas como si les fuera la vida en ello, estos son de mis favoritos. Adoro a los que regalan por regalar. A los que regalan cualquier día del año que no sea especial. Quienes regalan algo inmaterial. Quienes regalan besos, abrazos, amor.


 

Me gustan las mujeres que salen de la casa y luchan en la calle. Estas que sueltan la fregona, se sacuden el polvo y cierran el bote de lejía son las mujeres perfectas. Mujeres con arrugas de mujer, con ímpetu de mujer, con ganas de ser mujer de verdad y no una burda plastificación. Esas mujeres que bañan sus pómulos con lágrimas de firmeza, que alzan ideales y cierran el puño. Que pelean con tanta persistencia que cualquier anacrónico machista se llevaría las manos a la garganta de la sorpresa ante tal espectáculo. Estas mujeres me encantan. Y me encantan esos mayores que después de haber luchado un futuro mejor para sus hijos, y viendo como estos no son capaces de hacer nada por los suyos propios, se lanzan de nuevo a las calles, sin signos de agotamiento, para luchar también por el futuro de sus nietos. Estos mayores cuya energía es envidiada por más de un jovenzuelo acomodado en la infelicidad y en sus mundos fantasiosos, virtuales e irreales. Jóvenes que esconden sus complejos en realidades virtuales, que encuentran una felicidad vacía en su mundo de ceros y unos; jóvenes y no tan jóvenes que ya ignoran al mundo, a cuantos viven en él y a cuantos lo padecen. Jóvenes que no salen a la calle cuando hay que salir porque la temen. Me gustan los trabajadores que se levantan día tras día a trabajar, a buscar trabajo si no lo tienen, a crear trabajo si pueden. Me gustan mucho los trabajadores. 


Y me gustan las personas con un cerebro entre parietal y parietal. Con ganas de pensar, de leer, de admirar el arte. Con ganas de cambiar el mundo.
Me gustas tú. 


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