En Honduras los estudiantes luchan por democratizar la universidad. Muchos estudiantes detenidos, algunos, asesinados. En Brasil los profesores lideran las protestas universitarias con 50 universidades en parón desde el 17 de mayo. En Canadá llevan 3 meses parados, 700 detenidos en una sola noche hace algunos días. Por Chile no se andan con tonterías y vuelven, un año más, a tomar las calles por la enseñanza pública. En España Sevilla ha parado y otras universidades, estoy seguro, se sumarán al parón.
¿Por qué en pleno siglo XXI cuesta tanto que estas noticias vuelen por el globo? ¿Por qué no nos enteramos ni de la mitad de la mitad de lo que ocurre en el mundo?
La censura de dos cuentas** de Twitter que seguían la actualidad del parón de Sevilla es una respuesta que no necesita mayor explicación. Que la noticia de la señora que puso a su hija Inem de nombre haya sido emitida una y mil veces en televisión es otra respuesta. En la era de la información las altas esferas del poder manejan, a su antojo, las noticias; las crean, las emiten, las promueven. Y ellos también las censuran. Internet es el mayor arma antidictatorial que existe y éste comienza a ser controlado a pasos agigantados.
**(Edito 4 de junio. Ya son 7 u 8 las cuentas de Twitter censuradas, he perdido la cuenta.)
La censura de dos cuentas** de Twitter que seguían la actualidad del parón de Sevilla es una respuesta que no necesita mayor explicación. Que la noticia de la señora que puso a su hija Inem de nombre haya sido emitida una y mil veces en televisión es otra respuesta. En la era de la información las altas esferas del poder manejan, a su antojo, las noticias; las crean, las emiten, las promueven. Y ellos también las censuran. Internet es el mayor arma antidictatorial que existe y éste comienza a ser controlado a pasos agigantados.
**(Edito 4 de junio. Ya son 7 u 8 las cuentas de Twitter censuradas, he perdido la cuenta.)
Pero la mayor preocupación de los luchadores de nuestros días no ha de ser esta (in)comunicación. Los derechos se consiguen, se pelean, en la calle. Como se ha hecho siempre. Y eso nos han intentado demostrar los mineros españoles que se han desplazado hasta Madrid. Al fin y al cabo la calle es donde se expresan los ciudadanos. Los ciudadanos que no andan dormidos frente a las múltiples pantallas de nueva generación quejándose sin levantar la vista de los píxeles sobre el mundo que les rodea, por el cual no han luchado y, parece, no van a luchar nunca.
Pero detrás de esta ola de acomodamiento, detrás de esta sociedad hueca, fría y distante, están las excepciones. Las excepciones son los jóvenes que se han abrochado las zapatillas y han desabrochado el cerebro para luchar, ahora sí, por lo suyo, por su presente y su futuro. Son miles los jóvenes y no-tan-jóvenes que han apagado las pantallas y han encendido la bombilla que hay sobre sus cabezas. Países enteros comienzan a levantarse. Un nuevo mundo está naciendo y ellos, los medios de comunicación de masas controlados por el poder, no nos lo quieren mostrar.
Pero se lo vamos a enseñar:
Aquí estamos y aquí seguimos.
Y no nos paran.







¡Cuánta razón!
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