Vaya, ¿cómo empezar?
Si esto fuese un blog sobre noticias, no tendría más que comentar los hechos del día. (Parece que traen a España el tesoro que rescató el Odyssey de las aguas). Si esto fuese sobre mi vida les hablaría de que acabo de descorchar una botella de Pepsi, que tengo Los Simpsons de fondo y que estoy solo en el salón de mi piso alquilado, sin compañeros que me distraigan. Pero esto va de contar sílabas y demás historias.
Y hoy no hay historia más traumática que el cierre de Público en su edición papel. No hablaré sobre los profesionales que pierden su empleo, ni sobre el periódico en sí. Tampoco seré de los que digan que lo compraba diariamente, porque no es así. Lo leía en su edición digital día tras día. La mayoría de cosas por enlaces que me llegaban de aquí y de allá. Lo grave del asunto es que se pierde un medio de comunicación –uno más– y con esto perdemos todos. O al menos todos los ciudadanos que queremos ser libres, que tenemos conciencia y que queremos informarnos de la realidad. No con esto os voy a decir que Público sea la verdad absoluta, ni la panacea ni nada que se le parezca. Pero la pluralidad se pierde. Se pierde el punto de vista de este medio progresista, de izquierdas, quedándonos sólo ya con medios de otra línea editorial, de otro palo que dirían algunos. Y lo peor es ver como medios de la derecha se alegran. ¿Quién es tan miserable como para alegrarse de un mal ajeno? Nunca podría alegrarme del cierre de un medio de comunicación. Mejor uno malo que ninguno, como bien he leido hoy en Twitter. Aunque estos medios, dicho sea de paso, tengan varios casos de manipulación a sus espaldas. Pero ese no es el tema. Un periódico, una alternativa, ha cerrado y todos los ciudadanos nos quedamos sin otra visión del mundo. Y más gente al paro. Y otro palo al periodismo.
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